Sí, tengo cajas llenas de lombrices.
Y no, no es que haya perdido la cabeza. Bueno… un poco sí, pero hacia el lado bueno.
Todo empezó con las gallinas.
Aquí tenemos un pequeño grupo de ponedoras, muchas de ellas rescatadas.
Llegaron flacuchas, desplumadas, y con mirada triste.
Pero ahora andan sueltas, cantan al sol y ponen huevos como si cobraran por docena.
Aunque eso sí — su nivel de producción es muy superior al que tendrían en la naturaleza. Y eso significa que necesitan una nutrición especial.
Empezamos a darles maíz, restos de cocina, algo de pienso ecológico.
Pero leí que las lombrices son una fuente natural de proteína y calcio.
Y además ayudan a mantener el sistema digestivo de las gallinas en forma.
Así que pensé:
¿y si criamos nuestras propias lombrices?
Compré las primeras online: Eisenia fetida, también llamadas lombrices rojas californianas.
Son rápidas, voraces y les encanta el compost.
Preparé unas cajas de madera con tapa, con una red metálica en el fondo. Debajo de la red, puse otra caja para recoger el humus — el oro negro.
Dentro, puse papel húmedo, un poco de tierra, y restos de cocina: cáscaras, posos de café, lechuga fea, un poco de pan.
Nada de carne ni cítricos.
Al principio dudé…
¿de verdad estoy alimentando gusanos con mis sobras?
Pero oye, funcionó.
En pocos días empezaron a multiplicarse.
Y lo más increíble es el ritmo: Las lombrices transforman restos en un compost finísimo, casi como cacao en polvo, cargado de nutrientes.
Ese humus lo usamos en la huerta, sobre todo en los bancales de tomates y fresas.
Y se nota.
Las plantas crecen con más fuerza, el suelo está más vivo.
Y las lombrices extra que sobran… directo a las gallinas.
Una vez por semana les doy un puñadito.
Se vuelven locas.
Pican, escarban, se pelean como si fueran caramelos.
Y luego, los huevos salen con yema más naranja, más espesa.
De esos que parece que te están dando las gracias.
Es una pequeña cadena natural:
La cocina alimenta a las lombrices.
Las lombrices alimentan a la tierra y a las gallinas.
Las gallinas nos dan huevos.
Y así, vuelta a empezar.
Puede que criar lombrices no suene muy glamuroso.
Pero en esta casa, hasta los gusanos tienen propósito.
Y eso, para mí, es lo que hace que la vida aquí tenga sentido.
—Quico